Se que este blog trata de rock y moda... pero me he sentido deprimida ultimamente y que mejor remedio para la depresión que escribir, esta es una historia inspirada en sentimientos, ojala te agrade y por favor comenta. Derechos de autor estan reservados.
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CAPITULO 06: LO INESPERADO
Era un jueves 04 de febrero, mire a la inmensidad del cielo, tuve la sensación que ese día se veía totalmente gris y oscuro, tal vez, más oscuro que nunca, o por lo menos eso me parecía. Tomé el taxi para dirigirme a mi trabajo. No había nada interesante para mí, todo era simplemente monótono, creo que esa característica formaba parte de mi perfil; yo soy tan aburrida como mi vida.
Llegue a la tienda, marque mi tarjeta, como era de costumbre. Estaba en la oficina cuando de repente sonó el teléfono,
- Aló?- conteste –
- buenas tardes- me saludo una voz femenina -: ¿es usted Jazmín Aranda?
- sí, ella misma le contesta
- mucho gusto, señorita Jazmín, le habla la enfermera Sonia, del hospital Regional, para comunicarle que su padre, acaba de morir, hace 25 minutos
No Podía asimilar lo que acababa de escuchar, no quería entender las palabras de la enfermera, mi piel se erizó, una corriente fría invadió mi cuerpo, sentí que me faltaba el oxigeno, no podía respirar, de pronto mi rostro se encontraba bañado en lagrimas, el corazón me dolía, muy fuertemente, es un dolor casi indescriptible, me quedé muda, sin poder articular palabra alguna. Sé que no pasamos mucho tiempo juntos, se que él tuvo una vida dedicada a su propio hedonismo, sirviéndose de los placeres mundanos, él jamás se había preocupado por su salud, ni por mí, su única hija, pero tampoco tenía a nadie más en el mundo que realmente se hubiese preocupado por él. Estaba estática, completamente petrificada, con el teléfono al oído, sin poder proceder de otra forma.
- ¿se encuentra ahí, señorita? – musitó la enfermera por el teléfono
- Sí – dije, con hilo de voz, temblando, sin poder reaccionar, pero tenía que hablar, tenía que saber que había sucedido-: ¿cómo sucedió?
- Sus funciones vitales ya no respondían correctamente, parece que sufrió de asfixia mientras dormía. Sería adecuado que venga a ver el cadáver, señorita
Cadáver. Acababa de referirse así, al cuerpo inmóvil del hombre que me dio la vida; todo parecía ser un producto de la imaginación, más bien, una pesadilla. Una de esas horribles pesadillas que te despiertan a media noche, y no te dejan dormir por semanas, con la única diferencia, que lo que acababa de oír si era real, acababa de ocurrir, y no había escapatoria. Jamás me lo hubiera esperado. Corté la llamada telefónica, con un gran esfuerzo, y con un inmenso e irremediable dolor en el pecho, y un hueco oscuro en mi alma, hice el esfuerzo sobrenatural de dirigirme a la oficina del administrador de la tienda, tenía los ojos llorosos.
- ¿Qué te pasa?- me dijo Marta, la secretaria del administrador, y amiga.
- Necesito hablar con Jorge, por favor - dije con la voz resquebrajada
- Ahora mismo - Marta tomo el teléfono, y hablo con Jorge, el administrador- : pasa adelante
Entre a la habitación con el ánimo en los suelos, y el corazón colgándome en las manos.
- Pasa Jazmín – me dijo Jorge con voz apacible. Ese día se encontraba excepcionalmente de buen humor.
- Jorge, necesito pedirte permiso para salir de la oficina un par de horas- tenía un hilo de voz resquebrajada
- Se te ve mal, ¿ha ocurrido algo con tu madre? – inquirió
- No precisamente- le respondí-: acaba de fallecer mi padre – apenas pronuncie esas palabras, me quebré en lagrimas, me desmorone delante mi jefe
- En 3 años trabajando aquí, Jazmín, nunca mencionaste la existencia de tu padre.
- Lo sé – agache la mirada, desconsolada-: yo tampoco supe nada de él desde que era niña, pero hace 3 meses me hice cargo de él, cuando me entere que estaba muy enfermo. Nunca había imaginado la posibilidad de volverlo a ver, e incondicionalmente de lo que había pasado, me sentía en la responsabilidad de atenderle.
- Eres demasiado buena, Jazmín. Ahora estas sufriendo. Te comprendo; puedes irte, si eso deseas. Tienes el resto del día libre, y mañana también.
No quiero, no puedo, y simplemente no deseo describir el torbellino de sensaciones que sentí en el lapso de tiempo que me tomo llegar al hospital, el nudo de mi garganta se había convertido en el gigante bloque de hielo que congelaba mi pecho, congelando hasta mi respiración. No podía caminar, me sentía impotente para dar un paso, era como si mi ser flotara en el aire, pero no era una sensación agradable. Todo se sentía surrealista, este momento no pertenecía a lo que había planeado para mi vida. Ya sabía anticipadamente que mi padre, el ser que me engendró y me dio la vida, fallecería en cualquier momento. Aunque el doctor Nicholas no quería desanimarme o quitarme la esperanza de que mi padre no tuviera cura, jamás me lo dijo. Estos últimos dos meses yo tampoco vi mejora alguna, no le había contado a mi madre nada al respecto, porque sabía que este ya no era asunto suyo, y no quería incomodarle con más historias sobre el hombre que la abandono por irse con una prostituta, yo siempre supe que el nombre de mi padre la hizo sufrir desde aquel día. Lo que lo mato no fue solo su AVC diagnosticado, fueron las grandes escaras que tenía recorriendo todo su cuerpo, su piel amoratada a causa de la falta de circulación sanguínea, su pelvis engrandecida al extremo de parecer un globo lleno de agua, su articulaciones rigidez por la falta de movimiento que su cuerpo tuvo desde que cayó en coma, aquel día que le llevaron al hospital. Los médicos lucharon por ayudar a que mi padre se mejore, pero nunca hubo progreso, nunca hubo mejoría, y las esperanzas ya se habían perdido desde hace mucho tiempo atrás, dentro de mi corazón rogaba a dios que mejorara, que hiciera un milagro para al menos, él me escuche por última vez, quería volver a dialogar con él, desde niña no lo había hecho, quería preguntarle si alguna vez se arrepintió de abandonarnos, quería saber si aún me consideraba su hija. Todo ocurrió muy rápido, y nuestro reencuentro estaba demasiado tardío. Había perdido este partido de póker, había perdido una parte de mí, este pedazo de mi corazón se fue para siempre con mi padre.
Crucé la puerta de aquel cuarto de hospital, vi su cuerpo, y con el corazón destrozado y mis ojos llenos de lagrimas, me arrodille junto a su cama, a llorar, y no me contuve, no recuerdo por cuánto tiempo lloré, solo sé que el dolor más terrible de toda mi vida, lo sentí ese día. Lloré, y continúe llorando desconsoladamente, como si el planeta fuera tragarme, deseaba estar en lo profundo del océano, ser arrastrada por la corriente, y que las piedras del mar rompieran hasta la ultima partícula de mis huesos, pero no era posible. Lloré, lloré, y no logro recordar nada más.
Cada vez que recuerdo la semana de ese acontecimiento, me arrepiento de no haber buscado a mi padre antes, y decirle que mucho que lo amaba y que perdonaba todo lo que hizo.
Así es el destino, así suceden las cosas y sólo Dios sabe por qué suceden.
Mi madre no fue al funeral, no soportó la noticia. Se sentía muy indispuesta ante una situación así, ella es un ser muy humanitario, y sé que se le dolía el hecho de no haber podido despedirse de él, a pesar de los malos recuerdos.
Llegue a la tienda, marque mi tarjeta, como era de costumbre. Estaba en la oficina cuando de repente sonó el teléfono,
- Aló?- conteste –
- buenas tardes- me saludo una voz femenina -: ¿es usted Jazmín Aranda?
- sí, ella misma le contesta
- mucho gusto, señorita Jazmín, le habla la enfermera Sonia, del hospital Regional, para comunicarle que su padre, acaba de morir, hace 25 minutos
No Podía asimilar lo que acababa de escuchar, no quería entender las palabras de la enfermera, mi piel se erizó, una corriente fría invadió mi cuerpo, sentí que me faltaba el oxigeno, no podía respirar, de pronto mi rostro se encontraba bañado en lagrimas, el corazón me dolía, muy fuertemente, es un dolor casi indescriptible, me quedé muda, sin poder articular palabra alguna. Sé que no pasamos mucho tiempo juntos, se que él tuvo una vida dedicada a su propio hedonismo, sirviéndose de los placeres mundanos, él jamás se había preocupado por su salud, ni por mí, su única hija, pero tampoco tenía a nadie más en el mundo que realmente se hubiese preocupado por él. Estaba estática, completamente petrificada, con el teléfono al oído, sin poder proceder de otra forma.
- ¿se encuentra ahí, señorita? – musitó la enfermera por el teléfono
- Sí – dije, con hilo de voz, temblando, sin poder reaccionar, pero tenía que hablar, tenía que saber que había sucedido-: ¿cómo sucedió?
- Sus funciones vitales ya no respondían correctamente, parece que sufrió de asfixia mientras dormía. Sería adecuado que venga a ver el cadáver, señorita
Cadáver. Acababa de referirse así, al cuerpo inmóvil del hombre que me dio la vida; todo parecía ser un producto de la imaginación, más bien, una pesadilla. Una de esas horribles pesadillas que te despiertan a media noche, y no te dejan dormir por semanas, con la única diferencia, que lo que acababa de oír si era real, acababa de ocurrir, y no había escapatoria. Jamás me lo hubiera esperado. Corté la llamada telefónica, con un gran esfuerzo, y con un inmenso e irremediable dolor en el pecho, y un hueco oscuro en mi alma, hice el esfuerzo sobrenatural de dirigirme a la oficina del administrador de la tienda, tenía los ojos llorosos.
- ¿Qué te pasa?- me dijo Marta, la secretaria del administrador, y amiga.
- Necesito hablar con Jorge, por favor - dije con la voz resquebrajada
- Ahora mismo - Marta tomo el teléfono, y hablo con Jorge, el administrador- : pasa adelante
Entre a la habitación con el ánimo en los suelos, y el corazón colgándome en las manos.
- Pasa Jazmín – me dijo Jorge con voz apacible. Ese día se encontraba excepcionalmente de buen humor.
- Jorge, necesito pedirte permiso para salir de la oficina un par de horas- tenía un hilo de voz resquebrajada
- Se te ve mal, ¿ha ocurrido algo con tu madre? – inquirió
- No precisamente- le respondí-: acaba de fallecer mi padre – apenas pronuncie esas palabras, me quebré en lagrimas, me desmorone delante mi jefe
- En 3 años trabajando aquí, Jazmín, nunca mencionaste la existencia de tu padre.
- Lo sé – agache la mirada, desconsolada-: yo tampoco supe nada de él desde que era niña, pero hace 3 meses me hice cargo de él, cuando me entere que estaba muy enfermo. Nunca había imaginado la posibilidad de volverlo a ver, e incondicionalmente de lo que había pasado, me sentía en la responsabilidad de atenderle.
- Eres demasiado buena, Jazmín. Ahora estas sufriendo. Te comprendo; puedes irte, si eso deseas. Tienes el resto del día libre, y mañana también.
No quiero, no puedo, y simplemente no deseo describir el torbellino de sensaciones que sentí en el lapso de tiempo que me tomo llegar al hospital, el nudo de mi garganta se había convertido en el gigante bloque de hielo que congelaba mi pecho, congelando hasta mi respiración. No podía caminar, me sentía impotente para dar un paso, era como si mi ser flotara en el aire, pero no era una sensación agradable. Todo se sentía surrealista, este momento no pertenecía a lo que había planeado para mi vida. Ya sabía anticipadamente que mi padre, el ser que me engendró y me dio la vida, fallecería en cualquier momento. Aunque el doctor Nicholas no quería desanimarme o quitarme la esperanza de que mi padre no tuviera cura, jamás me lo dijo. Estos últimos dos meses yo tampoco vi mejora alguna, no le había contado a mi madre nada al respecto, porque sabía que este ya no era asunto suyo, y no quería incomodarle con más historias sobre el hombre que la abandono por irse con una prostituta, yo siempre supe que el nombre de mi padre la hizo sufrir desde aquel día. Lo que lo mato no fue solo su AVC diagnosticado, fueron las grandes escaras que tenía recorriendo todo su cuerpo, su piel amoratada a causa de la falta de circulación sanguínea, su pelvis engrandecida al extremo de parecer un globo lleno de agua, su articulaciones rigidez por la falta de movimiento que su cuerpo tuvo desde que cayó en coma, aquel día que le llevaron al hospital. Los médicos lucharon por ayudar a que mi padre se mejore, pero nunca hubo progreso, nunca hubo mejoría, y las esperanzas ya se habían perdido desde hace mucho tiempo atrás, dentro de mi corazón rogaba a dios que mejorara, que hiciera un milagro para al menos, él me escuche por última vez, quería volver a dialogar con él, desde niña no lo había hecho, quería preguntarle si alguna vez se arrepintió de abandonarnos, quería saber si aún me consideraba su hija. Todo ocurrió muy rápido, y nuestro reencuentro estaba demasiado tardío. Había perdido este partido de póker, había perdido una parte de mí, este pedazo de mi corazón se fue para siempre con mi padre.
Crucé la puerta de aquel cuarto de hospital, vi su cuerpo, y con el corazón destrozado y mis ojos llenos de lagrimas, me arrodille junto a su cama, a llorar, y no me contuve, no recuerdo por cuánto tiempo lloré, solo sé que el dolor más terrible de toda mi vida, lo sentí ese día. Lloré, y continúe llorando desconsoladamente, como si el planeta fuera tragarme, deseaba estar en lo profundo del océano, ser arrastrada por la corriente, y que las piedras del mar rompieran hasta la ultima partícula de mis huesos, pero no era posible. Lloré, lloré, y no logro recordar nada más.
Cada vez que recuerdo la semana de ese acontecimiento, me arrepiento de no haber buscado a mi padre antes, y decirle que mucho que lo amaba y que perdonaba todo lo que hizo.
Así es el destino, así suceden las cosas y sólo Dios sabe por qué suceden.
Mi madre no fue al funeral, no soportó la noticia. Se sentía muy indispuesta ante una situación así, ella es un ser muy humanitario, y sé que se le dolía el hecho de no haber podido despedirse de él, a pesar de los malos recuerdos.
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